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I
Domingo
Cuaresma (C) |
I Domingo de Cuaresma
3/9/2025
Deuteronomio
26:4-10;
Romanos 10:8-13;
Lucas 4: 1-13
Cada año empezamos la cuaresma con un relato de las
tentaciones de Jesús en el desierto. Es importante darse cuenta de que Jesús fue
conducido por el Espíritu al desierto. El Espíritu le está llevando a un lugar
aislado donde Jesús no tiene las distracciones de compañeros, de trabajo, ni de
las necesidades urgentes de la gente. En el desierto, Jesús queda solo con Dios,
entrando en una deliberación acerca de los varios caminos que él puede seguir en
su misión. El relato nos da una idea de lo que nosotros también tenemos que
enfrentar en la vida, varias decisiones acerca de cómo nosotros vamos a proceder
durante la vida.
El evangelista nos pinta un episodio dramático entre el diablo y Jesús. Vemos
que hay tres posibilidades que parecen como tentaciones. Hay la posibilidad de
responder a las necesidades de la gente, por ejemplo, dándoles pan. Con eso,
Jesús iba a quedarse muy popular y podría atraer a mucha gente a su mensaje.
Pero Jesús sabía que su misión era satisfacer el hambre espiritual de la gente.
También Jesús hubiera podido enfocarse en signos milagrosos, atrayéndole a la
gente por los prodigios, como algunos predicadores de este tiempo. Pero él sabía
que no era bueno usar el poder divino solamente para atraer seguidores. Y
finalmente, Jesús hubiera podido dejarse llevar por el poder físico. Él hubiera
podido confiar en la conquista de tierras, el control de varias razas, el uso de
fuerza y violencia para mantener control. Sabemos que la gente estaba esperando
un Mesías que pudo sacarles del dominio de los romanos. Pero Jesús se entregó a
la voluntad del Padre, no a su propia voluntad.
Este evangelio nos demuestra la naturaleza humana en su mejor momento. Jesús
entra en una batalla con estas tentaciones y sale victorioso. Él rechaza
cualquier posibilidad que no está en línea con la voluntad de su Padre. No se
deja distraer con las posibilidades que llevan a su propia popularidad, en la
satisfacción de las demandas materiales de la gente o en la idea de que Dios va
a destruir los enemigos de Israel. Se aclara su convicción de que Dios le está
llamando a seguir un camino de humildad, de servicio, y de verdad. Al fin de
cuenta, Jesús es capaz de seguir la ruta de la fidelidad, incluyendo el
sufrimiento y hasta la muerte que tal camino lleva consigo.
Así podemos entender el Evangelio como buena noticia. Nosotros también tenemos
que pasar por muchas tentaciones en la vida - la tentación de hacer lo menos
posible, la tentación de usar medios como la opresión o control, la tentación de
buscar la ruta de la popularidad en vez de la fidelidad. Tantas y tantas
tentaciones se nos presentan en la casa, en el trabajo y en la calle. Pero la
buena nueva es que, si buscamos la ayuda del Espíritu, podemos vencer y salir de
estas tentaciones con la gracia de Dios.
Es verdad que la Cuaresma es un momento para reconocer nuestra debilidad y
pecado, pero es también un momento para aprender de nuevo que Dios está lleno de
compasión y de misericordia. Entramos en la Cuaresma atentos no solamente a las
debilidades de nuestra alma, pero también los pecados de control y opresión que
vemos en el mundo. Vemos la falta de entrega en los políticos que ponen su
propio bien encima del bien del pueblo, especialmente el pueblo hispano. Vemos
la falta de voluntad de ayudar a los inmigrantes que sufren de hambre y de
exilio. Vemos la violencia que deja muerto gente inocente. Tal vez esta
Cuaresma, podemos llevar todos estos pecados a los pies de Dios y pedir que su
misericordia y compasión nos den la fuerza de ayudar en la resolución de tales
conflictos.
Sr. Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
(Las últimas siempre aparecen primero).
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