1. -- Charlie Johnson OP <cjohnson@opsouth.org>
2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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Charlie Johnson OP <cjohnson@opsouth.org>
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
TERCER DOMINGO DE CUARESMA -C- 23 de Marzo de 2025
Éxodo 3:1-8a, 13-15; Salmo 103; 1 Corintios 10:1-6, 10-12; Lucas 13:1-9
por Jude Siciliano , OP
Queridos predicadores:
En la lectura del Éxodo de hoy aparece una de mis frases bíblicas
favoritas: “Aquí estoy”. Esta es la respuesta de Moisés al llamado de Dios.
“Aquí estoy” es también la respuesta que dan otros personajes bíblicos cuando
Dios los llama por su nombre. Jacob responde de esta manera al ángel en su sueño
(Gn 31:11). Samuel responde repetidamente de esta manera, pensando inicialmente
que Elí lo estaba llamando (1 Sam 3:4-6, 8). Otros ejemplos incluyen a Abraham
(Gn 22:1-2) e Isaías (Is 6:8).
Hoy, es Moisés quien responde ante la zarza ardiente cuando Dios lo llama por su
nombre: “Aquí estoy”. Esta frase expresa una apertura al llamado de Dios,
incluso cuando la persona aún no sabe qué se le pedirá. Cada una de estas
historias de llamados marca un punto de inflexión significativo en la vida de
quienes escuchan y responden, dando forma a la historia de la salvación. Una
característica clave de estas historias es su patrón: siempre es Dios quien
llama primero, y luego la persona responde.
Dios inicia el llamado a Moisés simplemente llamándolo por su nombre: “Moisés,
Moisés”. A esto, Moisés responde: “Aquí estoy”. Esta es una clásica historia de
llamado y respuesta. El encuentro entre Dios y Moisés tiene lugar en la zarza
ardiente. En la Biblia, el fuego a menudo simboliza la presencia de Dios (por
ejemplo, la columna de fuego en Éxodo 13:21). Cuando Moisés se acerca a la
zarza, dice: “Tengo que ir a ver esta notable vista y ver por qué la zarza no se
quema”. La zarza ardiente es simbólica: Israel soportará muchos sufrimientos,
pero no será consumido. Dios no es sordo al sufrimiento de su pueblo, sino que
elige un líder, Moisés, y lo capacita para ayudar a los israelitas angustiados y
esclavizados.
Moisés no parece un candidato probable para dirigir una gran nación. En este
punto, él es simplemente un pastor, y el rebaño que cuida ni siquiera le
pertenece. Hasta ahora en la narración, no ha mostrado cualidades obvias de
liderazgo. Esto refleja un tema bíblico común: Dios a menudo nos sorprende al
elegir a las personas menos probables para ayudar a los humildes, necesitados o
impotentes, aquellos que no pueden liberarse de la opresión bajo la mano dura de
otros.
Sin embargo, el enfoque de la narración no se centra tanto en la necesidad de
los israelitas, sino en la iniciativa del Señor. Esto es evidente en la
aparición del ángel a Moisés en el fuego y en el hecho de que Dios le hable
desde la zarza. (“El ángel del Señor” es a menudo la forma reverente que utiliza
la Biblia para referirse a Dios). Tal vez haya aquí un tema cuaresmal.
En el primer domingo de Cuaresma, escuchamos cómo el Espíritu condujo a Jesús al
desierto durante cuarenta días (Lc 4,1-13). Era un lugar desolado y Jesús tenía
hambre. De manera similar, el pasaje de hoy nos dice que Moisés está “guiando el
rebaño a través del desierto” cuando llega a Horeb, un nombre que significa
“lugar desolado”. Cuando Moisés se acerca a la zarza ardiente, Dios lo llama y
Moisés responde: “Aquí estoy”. Entonces Dios le dice que se quite las sandalias.
Esta escena nos recuerda la Cuaresma: al igual que Moisés, nos encontramos en un
lugar desolado, pero que la presencia de Dios lo vuelve sagrado. Podríamos
imaginar que un encuentro con Dios debería tener lugar en un entorno verde y
sereno, un lugar con arroyos, árboles que dan sombra, pasto, pájaros cantores y
animales salvajes apacibles. Pero, en cambio, Moisés encuentra a Dios en un
lugar árido e inhóspito, tal como nosotros podemos encontrarnos con Dios en los
lugares secos y desafiantes de nuestra propia vida. ¡Sorpresa!
Dios se le aparece a Moisés para anunciarle que está listo para actuar. Moisés
no está en el templo cuando Dios le habla, sino entre los madianitas, no entre
los israelitas. Sin embargo, Dios está a punto de liberar a su pueblo de la
esclavitud en Egipto.
El Dios de los antepasados de Moisés le habla en los lugares más inesperados. No
debemos confinar a Dios sólo en espacios sagrados como capillas, salas de
oración o prados tranquilos. Dios se acerca a Moisés en el desierto. ¿Qué nos
dice esto sobre nuestro propio camino cuaresmal? La Cuaresma es un tiempo para
que reconozcamos los lugares desérticos de nuestra vida y busquemos allí la
revelación de Dios.
Aunque los desiertos puedan parecer estériles, es allí donde podemos escuchar a
Dios con más claridad. Allí Dios nos llama al silencio y a la oración para que
podamos escuchar su voz apacible y delicada que habla a nuestro corazón. La
Cuaresma nos lleva a la Pascua, donde recibimos la gracia que nos libera del
pecado y nos promete la vida.
Tanto la lectura de hoy del Éxodo como la del Evangelio de Lucas se desarrollan
en el desierto. En la Biblia, el desierto se describe como un lugar de prueba
espiritual, purificación y transformación. La Cuaresma nos invita a ir hacia
nuestro interior, al desierto de nuestro corazón, para examinar nuestra vida
espiritual y enfrentar las distracciones que nos alejan de Dios. Debido a esta
prueba espiritual y a la transformación que conlleva, el desierto puede ser un
lugar sagrado para nosotros. Fue en el desierto donde Moisés encontró la
santidad de Dios, escuchó su nombre y recibió su misión de salvar a su pueblo.
Cuando comienza la Cuaresma, algunas personas dicen: “¡Aquí vamos otra vez!”.
Es, en verdad, un tiempo difícil, una época de pruebas y purificación. Pero
también es un tiempo en el que podemos encontrarnos con Dios y tener nuestro
espíritu renovado por la alegría de la resurrección.
Cuando Moisés sacó a los israelitas de Egipto, ellos vagaron durante cuarenta
años antes de entrar en la Tierra Prometida. Durante su viaje, fueron probados y
purificados. Aprendieron a confiar en Dios, quien los alimentó con maná y les
proporcionó agua de la roca. Dios también los nutrió espiritualmente con los
mandamientos, guiándolos en una relación correcta con Él y entre ellos.
La Cuaresma es nuestra oportunidad de imitar a aquellos israelitas: despojarnos
de nuestros apegos, vicios y pecados y volvernos más plenamente hacia Dios, el
único que nos ofrece la vida verdadera. Nuestro desierto cuaresmal no es sólo un
tiempo de lucha y pruebas; es también un tiempo de renovación, una época en la
que podemos escuchar la palabra de Dios con más claridad y servir a Dios con más
alegría, con corazones y mentes renovados.
Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este
domingo.
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/032325-YearA.cfm